jueves, 19 de abril de 2012

LECTURA LOS DESCONOCIDOS DE SIEMPRE

La mente en blanco: sobre Blanco cambiante, de Juan José Richards Echeverría

                                                 Publicado en: www.letrasenlinea.cl


El ejemplo común para hacernos entender los límites de nuestro lenguaje es evocar las más de treinta distinciones que hacen los esquimales respecto del blanco y sus más de cuarenta formas de referirse a la nieve. Entendido como un elemento cultural y geográfico, tanto así como un asunto de representaciones mentales, el blanco nos es tan desconocido y ajeno que se vuelve casi impropio hablar de él. Quizás, si fuésemos pintores o decoradores (o, directamente, esquimales) podríamos llegar a entender algo. De esta premisa, Blanco cambiante, poemario de Juan José Richards Echeverría (Santiago, 1981), llega como un acercamiento a ese ambiguo color (¿debería decir matiz, o tal vez tono?); acercamiento que leo, además, desde el cuento “Nevada”, mi primer contacto con el autor, inserto en Voces – 30, Nueva narrativa chilena 2011, antología de Carla Morales Ebner bastante irregular en cuanto a la calidad de los autores y a la revisión, corrección y edición de los textos.

Recuerdo de “Nevada” el ambiente de road movie y la fluidez narrativa sin punto aparte alguno. El frío, la nieve, vidrios sucios o empañados, la Ford sobre la carretera, moteles, fotografías y mujeres, muertes; todo un aparataje para escenificar una serie de sucesos y decesos a manos de un personaje poco definido, una mirada más que otra cosa, un ojo detrás de un mecanismo de luces y sombras. Ahora bien, rescato de la disposición cinematográfica del texto el tono extemporáneo, la idea de una historia ocurrida hace años, archivada en la crónica roja de algún periódico. Una fotografía, una historia. Esa es la idea, de ahí provienen Hido (el fotógrafo), Evangeline, Cotonelle, Virginia, relatos de mujeres que una vez dejaron de existir o estar disponibles para todos: ¿no sería justo acaso encenderles una vela, o algo?, nos dirá finalmente el narrador.

En cuanto a Blanco cambiante, se trata de un conjunto de poemas breves y reflexivos, de imágenes logradas y versos fragmentados en los que el ambiente y fluidez se rompen, el temple cambia y el blanco ya no es el de una posible nevada. Los blancos se corresponden. La estructura inicial del poemario evidencia una relación de pares, dialéctica: “Dos blancos / uno frente al otro” (3), “blanco sobre blanco” (4), “un blanco como vestigio de otro” (5). Todo un entramado de relaciones figurado en el blanco, traspuesto a otras dialécticas: madre e hijo, cazador y presa, lector y texto, en fin. El contraste es constante, los bosques y el fuego o la brisa y el oleaje, la mirada está puesta en todo aquello que es parte de un entorno que no es el sujeto, que no somos nosotros.

En esta línea, es interesante el imaginario urbano de un conjunto donde se destaca la idea de borde: el muelle, el bosque, la gente mirando desde afuera, “La ciudad entera reposa / herida / en una impresión de ella misma / que otro tuvo a la distancia” (6). El diálogo entre la centralidad y sus alrededores termina por dar cuenta de un conflicto del sujeto hablante. El asunto de la pertenencia es lo cambiante. La voz quiere ser parte de ese afuera, pero termina siendo fijada a la centralidad del blanco. No hay que fiarse del entorno: “las manos en los bolsillos / esconden intenciones” (5). Todo es parte de un juego mayor que nosotros, un tablero con casilleros y piezas blancas, dardos y blancos, voces y silencios: quedar en blanco.

el agua es venganza

ante el silencio de la nevada

esa poza contenía

cierta verdad

anterior a la tormenta

blanca (18)

El blanco en su materialidad, de tiro (diana), surge como posibilidad de significación para el conjunto: “un / blanco cambiante / es / un blanco que esquiva / el afán del arquero” (17). La metáfora de fijar la mira al texto, afinar el pulso, cazar la presa, se vuelve una tensión reinante, viva en la página (en blanco). Lo que no es texto es blanco y, en este caso, son importantes los silencios del texto. Pocos versos y mucho espacio en blanco, la hoja al desnudo; aún así, para el poeta es imposible dejarse llevar por ese blanco, es una negación de radicalidad absoluta, lo más cercano a la muerte. El negarse a ese absoluto, escribir los versos y dibujar[1]. El componente gráfico del poemario ciertamente es un punto aparte, digno de un análisis semiótico mayor más allá de estas líneas, pudiendo ser o no un aporte a los versos. Ilustraciones de simple factura, en blanco y negro, abiertas a infinidad de significancias.

La existencia de un(a) otro(a) para el hablante parte de una vida en pareja o conjunto, es la posibilidad de continuar la dialéctica inicial presentada en este texto. Es decir, vivir la vida como un proceso de socialización y relaciones afectivas. Tal como aquella mancha de sangre en la nieve, figuración de los pómulos y labios de la amada de un héroe medieval, posiblemente Perceval, la contraparte (compañía) de ese yo hablante surge para estar al centro de ese blanco, una especie de sentido para la existencia del poeta. Aún así, el conjunto, pareado en muchos casos, intenta presentarse como triada: “entre ellos uno adyacente / imperceptible” (3), “en suma dos [...] / suponen un tercero” (4), “amparados en la asfixiante / figura del trío” (30). Santísima trinidad del yo, lo otro y el ello; el cazador, el arma y la presa;madre, padre e hijo, etc. Toda una gama de posibilidades de ampliación, casi como una fórmula matemática: “Un blanco es continuum” (29). El yo del poeta es en relación a los otros, incluso a sus lectores. De esta manera, estamos presentes en el proceso: lector, texto y espacio en blanco o autor, su texto y nosotros. Incluso, en una tercera posibilidad, texto, espacio en blanco y las ilustraciones. Todas relaciones plausibles y cambiantes. Tras la lectura, se aconseja dejar la mente en blanco, seguir la huella en la nieve de ese silencio imposible, dejarse llevar por ese aparente absoluto, el blanco, negado a nuestras limitadas percepciones, mientras el poeta intenta dar en él.

Blanco Cambiante. Poesía e ilustraciones Juan José Richards Echeverría. Workshop in poetry. New York University. Fall Term, 2011. 32 páginas.

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[1] Las ilustraciones presentes en el conjunto son dibujos del autor que tiene, por otra parte, una interesante faceta de ilustrador. Se sugiere visitar el sitio:

http://www.moleskinerie.com/2011/06/snapshot-juan-jose-richards-echeverria.html